sábado, 20 de septiembre de 2008

UNA MAMÁ LECHUZA

¿Por qué me encantan los pájaros y la magia que los rodea?
Talvez porque me contaron bellas historias que combinaban verdades con fantasías como son todas las fábulas.
O porque cuando debuté como docente, en esas prácticas en que parece te va la vida, pude enseñar una fábula. Primero le extraje la médula, me imbuí en su enseñanza y seguro que los chicos no olvidaron jamás su moraleja.
En aquella fábula había una paloma, tenía autor conocido. En esta hay una lechuza y la autora en mi vida fue mi madre. Su intención como siempre enseñarme.
La lechuza había construido con mucho esmero su nido. Con cada pluma y palito puso su amor y ahora el orgullo la embargaba. ¡Tenía un pichoncito! Un polluelo chiquitito que se salvó de la tormenta. Todos los cuidados eran pocos para ese tesorito.
Pero, una mañana un rumor se extendió por la arboleda y por los techos viejos de las casonas.
“ Anda el rey de los pajaritos “
Todas las angustias, todos los temores abatieron a la mamá. Por unos momentos tapó con sus alas al pichoncito, pero, las que dieron la vida no se quedan con eso.
Mientras lavaba sus plumas temblaba pensando en lo voraz que es el pajarraco pariente de las águilas. Deja vacíos los nidos sin piedad. Decididamente partió volando como un rayo diurno.
Le costó encontrarlo y con decisión lo espetó sin saludar siquiera.
-“Señor rey de los pájaros se que usted es poderoso y decide sobre la vida y sobre todo la muerte de los pichones. Vine a hacerle un pedido especial. Usted me tiene que entender.
Solo tengo uno porque a los demás los mató la tormenta. Por eso le ruego que no lo coma, que tenga piedad de mi”.
Con la soberbia de los poderosos que afirman su poder demostrando que puede conceder favores, esa ave tan fuerte contesto como con desprecio:
-“Concedido. Dime como es tu pichón, así podré reconocerlo”.
Una sonrisa pareció iluminar el rostro plumudo, empezó a describir cuidando las palabras para convencer mejor al carnicero.
-“Será fácil reconocerlo. A pesar de ser pequeñito es muy bello. Sus alitas que no sirven todavía para volar las forman unas plumitas tan suaves como las de los angelitos. Reflejan los colores del cielo y de la tierra. Se juntan en una colita más oscurita, preciosa, parece el abanico de una reina.
Y sus ojitos son increíbles. Alegres o tristes iluminan la noche cuando se abren. No hay en la naturaleza un color con el que pueda compararlos. Parecen azules, como el cielo de la mañana. O quizá grises como el cielo tormentoso.
Y su dulce vocecita es un pequeño trino armonioso que parece el sonido de la trompeta de un angelito.”
Cansado el rey de los pájaros dio por terminada la entrevista con un lacónico:
-“Ya lo reconoceré”.
Por supuesto que la lechuza madre todavía cruza los cielos llorando. En su enorme dolor repite.
-“Cuanta insensibilidad tienen los poderosos”.
Es que el horrible polluelo de lechuza fue el primero que comió el predador cuando la madre fue en busca de comida. Tuvo la seguridad que ese adefesio no podía ser de ningún modo el maravilloso ejemplar que le describió la madre lechuza.

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