lunes, 21 de julio de 2008

Mi jacarandá

Mi jacarandá

Un arbolito puede ser la imagen exacta para construir una metáfora. Esta es una bella, del amor.

Trajimos una plantita de ramitas flacas con pequeñas hojitas, casi un helecho.

Al plantarla en el patio del cántaro del pajarito ya ilusionamos ver un piso pintado de celeste alilado. De ese color único de las flores del jacarandá.

Miré en la ciudad los grandes árboles plenos. Los miré con esa mirada que tenemos cuando hemos logrado también lo deseado. En mi casita. En mi paraíso tendría el cielo de flores.

El frío llega en las sierras de un día para otro.

Una mañana encontramos las hojitas del jacarandá en el suelo. Desde entonces parecía muerto. Desilución.

Esa primavera junto a la clara luz y el sol más fuerte mostró un brotecito. Mi plantita se había salvado!

José desde entonces ayudó a la resiliencia. Envolvió ese enclenque tronquito con papel y cartón. Año tras año. Invierno tras invierno.

Yo lo regaba, hablándole. Persiguiendo las malditas hormigas. Todos los días, sin saltear uno cuando la sequía nos agobió.

Por ese ignorado motivo que me da doble descendencia, el árbol desarrolló dos troncos. Hermosos juegan a crecer cada uno más largo que el otro, y más grueso.

Este año cuando lo veía tan grande lo miré, otra vez, con desilución. Mis hijos me regalaron un racimo de flores del jacarandá que habita la vereda de la ciudad.

Llegué y pasé a mi patio del cántaro de los pajaritos, flor en mano. “Viste arbolito, que lindas son las flores...”

A la mañana siguiente tenía un tímido racimo brillando su celeste alilado sobre el techo del quincho. Y otro, y otro, día tras día. Conté como diez o más.

Derroché mil sonrisas y miradas de orgullo en ese patio. Mis amigos lejanos o cercanos supieron que mi planta había florecido.

Ya perdí la cuenta de cuantos años pasaron desde que lo plantamos. Cuantas horas y cuantos esfuerzos sin perder la ilusión.

Hoy miro las ramitas, que parecen de un helecho, estiradas metros cruzando el patio. Asomadas a mi ventana. Hermosas.

Ese arbolito es la metáfora de una relación de amor. Decidimos que no lo dejaríamos morir.

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