martes, 29 de julio de 2008

ECOLOGIA DEL AMOR

Ecología del amor

Conocer la naturaleza es una condición prioritaria para amarla.
Como todo, nadie puede amar lo que no conoce.
Desafío para enseñantes sean docentes titulados o no. ¿Cómo invadir las límpidas mentes con el deslumbramiento de la vida natural?
¿Qué estrategia paidológica podrá sembrar el perpetuo deseo de mirar con ojos de amor a la naturaleza?
Cuando son los hijos los objetos de esa inspiración probamos lo que sea, ojalá de resultado.
El patio del fondo del abuelo, del Tatata, pleno de Naturaleza y de saberes fue para nosotros el gabinete perfecto. Allí vivenciando, jugando y ensuciándose mis niños aprendieron muchas cosas.
Las plantitas hay que regarlas, si no cayó agua del cielo, mejor dicho de las nubes. Ellas no tienen patitas, ni manos para agarrar un vaso. No pueden llegar hasta el tacho con agua asoleada que está siempre lleno para que al aire se vaya el cloro que le pusieron.
El Tatata transitaba largamente, en un recorrido cansino los senderos entre los canteros. Llevando en su mano un viejo tarro que contuvo aceite y entonces servía para darles agua a las plantas. Si los nietos lo acompañaban, iban siempre charlando. No le faltaban miles, creo que infinitas historias, anécdotas, fábulas, dichos, parábolas. ¡Que fiesta de aprendizaje!
-“Esta planta se llama higuera. Da dos clases de frutos, las brevas primero, después los higos. No tiene flores como las otras plantas. Y todavía no tiene un perdón.”
-“ ¿Qué perdón Tatata?”
-“Hace mucho. Cuando San José y la Virgen llevaron a su Niñito a Egipto para salvarle la vida, montando en un burrito, pobrecitos era muy lejos estaban cansados.
La mala víbora se escondió en una higuera. Salió volando, asustó al burrito y el Niñito se cayó. Dios Padre que siempre mira todo, las castigó. La bicha ya no puede volar y la higuera da dos clases de frutos, sin flores. Es tan fea pobre. Pero los higos son riquísimos. Hay que abrirlos con cuidado, las abejas y las avispas se meten adentro para libar su dulzura. Si muerden el higo los atacarán y es muy fea una picadura en la boca.”
En todas las estaciones del año teníamos frutas en el fondo de la casa. Cuando llegábamos de vacaciones en verano era la plenitud.
-“Esas ciruelas se llaman corazón de buey”. decía el Tatata.
-“Aquellas son pasas, se secarán en la planta y parecerán de miel”.

-“No hay que acercarse a las flores cuando andan las abejas, ellas están libando el néctar, los picarán”

Poco a poco los chicos se dieron cuenta que sus colores y sus formas son distintas. Conocieron relamiéndose las delicias de los damascos, las naranjas, las granadas, las moras y las uvas. Pero, las primeras que comieron cortadas de las plantas fueron las mandarinas.
Apenas caminaban mis ruludos y rubitos hijos. ¡Eran tan lindos!
Doradas y brillantes las mandarinas me antojaron. Los hice sentar en el suelo. Corté una fruta, la pele y les di un gajito o casquito a cada uno. No pensaron siquiera en comerlo. Cuando puse uno en mi boca lo mastique y dije “qué rico” no lo podían creer. ¡Que cosa tan rara!
Ellos tomaban las frutas con la leche. Siempre licuada y en mamadera.
Que suerte que unas fotos eternizan esos momentos, ellos tan lindos comiendo mandarinas!
Con mano temblorosa mi negrito trajo una mañana, a la cocina, un huevo grande juntado en el nido de la gallina colorada. La Cacha le dijo que lo cocinaría para que lo coman, pero no dejó pasar la oportunidad de interrogar:
“¿Cómo supiste que había un huevo?”
“Por que la gallina gritaba fuerte al lado de su cama”.
Así escuchó después la explicación pertinente, las gallinas cacarean cuando ponen, así demuestran que están contentas por ser útiles. Más tarde llevarían al gallinero los restos de las verduras, picadas y limpias para que las gallinas comieran y pudieran poner otros huevitos.
Que suerte que conocieron como yo los secretos de la vida en el lugar del amor.
Maa

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